Sunday, November 26, 2006

Odisea en el hipermercado (un sábado por la tarde)

canción: "Atrapado en el supermercado" de Jose Mª Granados
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Sé que sobre esto ya se debe de haber escrito muchas cosas antes, ya sean monólogos del Club de la Comedia de la serie de éxito, es más, seguro que hasta las leyes de Murphy tienen (como mínimo) un decálogo perfecto que resumirá mucho mejor de lo que puedo hacerlo yo mi odisea en el hipermercado un sábado por la tarde.

Yo no sé si el hombre es gilipollas de por si, o vamos entrenando a medida que vivimos, pero es verdad que hay que tener muy poca cabeza y muy poco amor propio con tus nervios, para ir un sábado por la tarde a un Carrefour cualquiera. Pero yo soy igual de mequetrefe que el resto del ganado ovino, cabrío y vacuno, o peor incluso, porque sabía lo que había.

Para empezar selecciona un puto carrito que esté bien, porque ese que acabas de coger metiendo la monedita de un euro, tiene una rueda mal, mal no es la palabra exacta, es una rueda cabrona que se mueve para donde quiere que si puede ir haciendo un ruidito agudo no dudará en hacerlo. ¿Por qué los carritos no pasan una ITV? quien sabe, pero eres tú, a ojo de buen cubero, el que va inspeccionando las 4 posibilidades de carro que puedes coger, siempre desechando el que tiene el resto de lechuga, bolsa de plástico o folleto de propaganda porque nos parece que está sucio... y creo que es un error porque será sucio, pero seguro que anda como el fórmula uno de Alonso.

Una vez cogido el carro (al final es una mierda, pero ya pasas de seguir buscando ese que se supone deberías haber escogido con tu buena vista para ruedas de carritos), rampa de acceso, puertas y segunda jodienda del día: La comercial que te intenta encasquetar una tarjeta de crédito, o bien alguna colección de algo. Sí, esa hijaputa pesada que nunca acepta un "no me interesa" por respuesta, y que las muy zorritas se aprovechan de la gente educada que intenta ser un poco simpática en la manera de decir "no". Insisten, tí sigues con tu negativa, pero eso les debe de poner cachondas sus braguitas de vendedoras que se abalanzan sobre ti, hasta que al final uno lo medita mejor y sabe cual es la solución: ser borde, respuesta seca, a ser posible humillante hacia una persona que acepta ese trabajo humillante para sacarse unas pelillas. No falla.

Y luego ya la jungla, carritos sin las más mínimas nociones de conducción, orden, organización... Cada uno recto hacia su estantería como si el resto no pasasemos por ahí. La madre con la lista, el padre con el cojón derecho ya inflamado, la abuela que es la causa principal de la inflamación y que solo es un motivo de preocupación, el niño aprendiz de terrorista campando a sus anchas como si estuviese en el recreo, el bebé que llora, grita y se pone como una furia porque ese sitio es inhumano. El pailán, el gitano, el medio burgués, la prostituta, el aldeano, el de extrarradio, etc todos juntos por el maxiahorro del mes, a la busqueda del mejor ahorro, lo que demuestra que en el fondo todos somos más o menos iguales.

Pero todavía queda lo peor, la salida. Cuando uno ya no puede más, tanta gente, tanto imbécil que anda suelto y decide darse el piro sin nisiquiera haber completado su lista de obejtivos militares, pone rumbo a la caja y ahí colega es donde la has cagado. Si hay cosas que me joden en este mundo, una de ellas es tener que hacer cola, esperar o similar, para pagar. Pero eso no es todo, porque ahí surge la elección de la cola ¿en cual me pongo? Da igual porque como dirá alguna ley de Murphy aquella que eligas será la más lenta de todas, es más, cuando te cambies de fila, esa avanzará muchísimo más rápido que cualquiera de las veintimuchas que puede haber. Pero ayer, me tocó ese modelo de cajera conocida como la cajera incompetente, que no le ha dado bien al botón y tiene que esperar a que venga la superiora con una llave y apriete otra tecla y solucionado el problema, claro que esa operación conlleva diez minutos, y como no aguantas más esa deseperación de ver como los que tenías al lado ya están del otro lado del horror y se van con sus bolsitas, en el minutos 8 decides cambiar, pero ya de cambiar me voy a la otra punta, en donde te juegas volver a encontrarte con el incompetente de turno que te persigue. Pero no, en la otra cola solo había el modelo de dos mujeres que se encuentran y no para de chillar para contarse que tal todo desde la última vez que se vieron. Que si a una le había dejado el marido, que si la otra dejó de fumar y había engordado, todo esto con un acento coruñés recalcitrante... Dios!! que alguien me dejé salir.

Al final, el deber cumplido, algún capricho y el sustento moral de saber que esa tarde debe de computar por dos días en el purgatorio, algo es algo.

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